A recordar como solíamos temblar de miedo en las oscuras noches de invierno, cuando en Chiloé no existía luz eléctrica, y nos atrevíamos a leer "El Monje Loco", que asustaba más que los Traucos, Imbunches y Caleuches. Un terrorífico monje franciscano que creíamos se podría aparecer entre las murras de la oscura bajada de Barros Arana, o en los espinillos y quiscales de la Cuesta sucia donde decían terminaba el túnel que escondía el Tesoro de los Jesuitas o debía andar vagando junto a la LLorona, o acompañando a la Viuda, en la bajada de calle Ramírez o por Punta de Chonos según decían los estibadores que al amanecer se les aparecía cuando regresaban de amarrar los barcos al muelle... Hoy sabemos que los miedos son las fantasía de las historietas; y otra cosa es la maldad humana...
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